La escritura de Michael H. Miranda mimetiza el desorden de los muchos volúmenes en transición, y adopta todos los registros: desde el noble tono ensayístico hasta el ‘drawl’ de la narrativa sureña, desde la poesía concreta hasta la confesión en tercera persona. A veces sus párrafos son estrofas: Cuba diluida es una oda al libro.
Me gusta pensar en el escritor Michael H. Miranda como una especie de taxidermista. Sus textos son generosos animales embalsamados, el recuerdo de algo que no existe o que sobrevive en la literatura. Cuánta belleza y elegancia.
Pocas veces en el mundo cubano acoplan tan bien lo literario y lo político, y no precisamente porque se levante la historia de uno y otro, sino, más bien, por lo opuesto, por el desvío que construyen, ese modo apátrida donde —por suerte— se hunde la maquinita Cuba.