Eddy Campa se perdió, la «mala vida», algo que en este caso no es una expresión figurada sino una descripción real de como él vivía, le hizo enfermar y lo mató. O eso creemos. No podemos decir con certeza que esté muerto, pero las circunstancias en que fue visto por última vez, saliendo en contra del consejo médico del hospital en que estaba internado, con la aguja de un catéter colgando aún del brazo, no dejan mucho espacio a la esperanza.
Para los más despistados, Campa es —por vida— uno de esos malditos de la literatura cubana. Un cronista, en poesía o prosa, de la Mayama sucia, orinóloga, restual, esa Mayama lejos de las postales turísticas o cualquier pose.
Eddy Campa fue miembro de un linaje de poetas prácticamente extinto.