El sistema cubano sigue confiando más en conseguir nuevos subsidios —como los concedidos por el régimen chavista— que en permitir que, con la liberalización del sector agropecuario, se hagan fuertes y prósperos sectores que a la larga escapen a su control.
Esa combinación de rigidez administrativa, terquedad ideológica y obsesión por el control político, económico y social es la receta perfecta para nuevas hambrunas. Como se demuestra en este libro, la producción y distribución de alimentos se concibe en Cuba menos como manera de asegurar el bienestar de la población que como modo de controlarla.