Una metáfora subversiva del proceso político cubano: frente a las propuestas oficialistas del sentido racional de la Historia.
Arrufat lleva al extremo el argumento, al proponer que el único modo de emanciparse de esos relatos heredados no pasa por su abjuración en nombre de una subjetividad superior, sino por su reescritura. No hay quebradura del tiempo en Arrufat, no puede haberla: su textura no puede concebirse como la de una página en blanco, lisa y vacía, sino que está tramada de nombres, signos, máscaras que ya estaban inexorablemente allí́, vistiendo el escenario en donde ocurre la historia humana, resistentes a cualquier decreto de olvido o voluntad de ruptura.
Lo más hermoso de «Las tres partes del criollo», suma del teatro de Arrufat, habita en la emoción de perpetuar una idea antigua a través de los mecanismos rústicos, ambiguos y viscerales de la memoria.