La córnea del ojo poético con la que ‘se miran los caballos’ tiene heridas que no sangran. Se trata de heridas secas, lagrimales secos, una conjuntiva profunda por donde corre la sangre escrita, y esa sangre se lee, línea a línea, a la luz de los sótanos.
Recuerdos de familia. Lazos del país natal. Piezas que no encajan bien, acaso por su misma consistencia. Lo patriótico es ajeno. Lo ajeno es reconocible.
Lleny Díaz Valdivia escribe desde el rabo, con miradas laterales y colaterales, directas y rampantes, en la oscuridad. Ese rabo del ojo que atina a mirar y a escudriñar, a atrapar las palabras pertinentes de una época de bestias. Mansedumbre y podredumbre escritas. Escribir poesía, para Lleny Díaz Valdivia, significa también matar esos caballos.
